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sábado, 25 de septiembre de 2010

Contamos cuentos en la unidad 8


Las conocí el 18 de agosto.
Ellas viven en la unidad 8; un penal para mujeres en la ciudad de La Plata.
Alli asistimos con mi amiga Andrea,  invitadas por Marcelo –profe de educación física del penal- que fue el mentor.
Alguna de ellas tiene 23 años y un espíritu entusiasta,  hace todos los cursos, uñas  esculpidas, costura, porcelana fría.(Dice que aprovecha la oportunidad que le dan  para aprender ,para ella misma. Es poética, intensa, pero por sobre todo curiosa.
Otra con su largo y brillosos pelo renegrido me explica lo grande que es “el profe” y que lo re- bancan . Y lo orgullosa que está de formar parte del equipo de jockey del penal, “costó esfuerzo pero aprendimos”
Una alegría mezclada con orgullo pinta el bello rostro de una mujer cuyo destino la llevó hasta ahí, quien sabe porqué.
Otras extremadamente calladas rieron con mucha energía cuando contábamos humor y  se conmovieron con la ternura y poesía de un cuento de amor.
Y tres veces escuchamos: “que se repita” cuando nos despedimos.

Y quedó la promesa de enviarle libros a Juana después de escuchar de su boca:  “ yo podría contarles a mi nietos que hace poco me empezaron a visitar”
Las conocimos  en un espectáculo de narración,  invitadas por el profe de educación física del penal.
Fue una experiencia diferente, llegamos anunciamos nuestro ingreso, pasamos pasillos, cerraduras, oficina, y entramos a un salón amplio, organizamos las sillas de plástico negro en medio circulo y dejamos espacio a modo de escenario. Una vivencia que dispara la imaginación acerca de un gran estigma social en el que atravesando los barrotes se derrumban los prejuicios.

Hasta ese momento las internas no llegaban, recorrieron los pabellones, en búsqueda de nuestras futuras oyentes y poco a poco… las sillas se habitaron, Gloria, Romina, Carol, Carla, Juana.
No eran muchas pero si las suficientes para juntarnos en ronda y escuchar cuentos, nos faltaba el fogón  (pero en verdad allí ardía todo tipo de leña)… nos encendimos  al calor de la palabra y disfrutamos  mucho contar historias cargadas de vida.
A pura risa y suspiro… Encendidas,  metidas en los sucesos, las tramas y anticipándose a los finales  delataban  almas de escritoras en potencia tal vez.

Conectaron con las miradas, las risas, la seriedad, la observación, la  sorpresa, la aparente  indiferencia  pero todas presentes, zambullidas.
Esa fue nuestra experiencia en la cárcel de mujeres, un lugar que hoy sentímos tan cerca, tan cerca que no dejamos  de repartir abrazos y agradecer la oportunidad de  brindarnos en forma de cuentos…..
 por el placer de recibir …para un público con el que poco a poco rompimos el hielo todos  hasta que la calidez embriagó el lugar.

¿Porqué contamos?
Porque en los cuentos está la vida, y están los porqués.
El porqué de que yo estoy afuera y ellas adentro.
El porqué de que mi historia haya siso tan distinta a la de ellas que me llevó por otros caminos.

El  propósito?… fundirnos en la emoción de un relato que abrace  a los otros  y luego nuestros brazos vuelvan y nuevamente nos  encuentren rodeadas.
Abrazándonos.

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