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sábado, 30 de noviembre de 2013

JULIANA(un cuento de Roberto Moscoloni)

Cuando se enteraron que Juliana se había golpeado la cabeza y estaba grave, las internas de la Unidad sintieron un profundo dolor.
Mas allá de lo que se decía sobre el porqué de la pena que estaba cumpliendo, que algunas decían era prisión perpetua, Juliana era un sol dentro de la Cárcel. Sordo muda de mirada profunda, pero triste, cabello entrecanos, aquella mujer era servicial con todos, compañeras, guardias y autoridades de la prisión.
-“ a mi me crió Juliana, decía la Polaca”- que a sus 28 años ya llevaba 10 de cárcel por matar a su padrastro.
Marcelo, el guardia del frontón, le decía mamá Juliana y el director la trataba de usted.
Y ahí estaba, en la enfermería esperando que llegara la ambulancia para llevarla al Hospital de complejidad 3 y que allí pudieran salvarla.
Susana, la mas áspera del grupo, se paseaba por el patio aclarando que quien mato a alguien a martillazos, debe morir por un golpe en la cabeza y esto produjo una pelea entre las internas, porque Dominga quería mucho a aquella mujer y no le iba a permitir que pusiera en duda la integridad de Juliana y menos cuando ella estaba en ese estado.
Dominga siempre le había cantado canciones en los recreos y sostenía que “ a pesar de no escuchar, su corazón latía con la música, que la m´
Usica le entraba en la piel.
Ester armó una típica cadena de oración y hasta Pablo salió de la cocina y se sentó en la ronda, Mientras Susana insistía - Pablo, andá a hacer la comida, que si se recupera por ahí después te mata con un martillo de aplastar milanesas – y se reía groseramente.
Todo era silencio en la Unidad, nadie quería interrumpir el dolor de cada uno de los integrantes de aquél penal.
El director le pidió a Jiménez que llamara nuevamente al Hospital, ya que el trayecto era largo, pero debían estar avisando que estaban cerca y no había comunicación. Jiménez, un oficial de pocas palabras comenzó a lanzar un insulto tras otro en el teléfono y con los ojos visiblemente llorosos cortó al grito de… - que me calienta si necesitan la ambulancia para un paisano que se rompió una pierna…Cómo me van a decir que la Rea espere!!! CARAJO no se dan cuenta que se nos muere la Juliana-
Todos quedaron en silencio, el propio director de la Cárcel se acercó y casi como un gesto entre niños, le palmeo la espalda. Jiménez se retiró casi avergonzado.
La enfermera le dijo el Director que estaba respirando muy mal… Dominga pidió quedarse a su lado, para cantarle la canción que durante tanto tiempo la había acompañado y Susana se acercó a la ventana de la enfermería
- che mudita, aunque no me escuches, dejate de joder de dejarnos, a quien peleo sino y que encima no me diga nada…dale mudita…dejate de joder-
Dominga, con un Dios te salve María levantó muy despacio la sábana, le besó la frente y balbuceo…” sos libre Juliana…”
El sistema así, la cargaron en una camioneta y allá salió la Juliana, rumbo a la morgue del hospital.
Las internas volvieron al patio, Pablo terminó la comida y el director le pidió a Jiménez que hiciera los trámites para darla de baja.
Jiménez se metió en el archivo y buscó su expediente… y buscó y buscó. Había una Rosa con el mismo apellido que Juliana, pero ninguna Juliana. Rosa había entrado en 1963, asesinato en defensa propia. Una mujer que mató de un martillazo a su padrastro que había querido violarla.
Tomó el teléfono y llamó a su tío.
- Tío, habla el Haroldo, dígame tío, usted recuerda cuando era director aquí a una tal Rosa Suárez que mato a su padrastro con un martillo-
- Si m´íjo, la Rosa, murió a pocos días de entrar de la unidad de un derrame cerebral…es mas, recuerdo que tenia una hijita que la dejamos entrar con ella y se quedó un tiempo en la unidad porque no tenia familiares y era tan buenita la pobrecita sordomuda-

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