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sábado, 30 de noviembre de 2013

Taller de tìteres y narraciòn.

Comparto con ustedes la experiencia que comencè con dos entrañables amigos y narradores en la Unidad 33, penal que aloja a madres con sus hijos hasta los cuatro años de edad.
Nos presentamos todos. Propusimos un espacio para divertirnos con tìteres y fabricar tìteres. Presentè los tìteres como suelo hacerlo con una canción y mi caracol. Mientras él camina por el brazo de cada uno de los participantes le cuento a todos que los cuentos y las palabras son puentes que nos unen, queremos crear puentes por medio de las palabras. Èl camina de brazo en brazo y de èsta manera también forma puentes con los brazos que recorre y a los que les deja la caricia de haberlos transitado. Cuando el caracol vuelve a su escondite , una nena de dos o tres años camina desde donde èsta su mamà y se me sienta a upa.
Después sale del bolso un niño que es un pastorcito que le doy a una, sale una ovejita que le doy a otra y sale otra ovejita que le doy a alguien màs y juntas hacemos un poema de Bornemann, con esos personajes.
A continuación Andrea leyò dos libros, para niños uno lleno de colores y otro para espantar a los monstruos.
Despuès sale el muñeco estrella del dìa de hoy ( cada dìa de taller habrà uno) y Andrea empieza a explicar como hacemos uno igual plegando o abollando papel de revistas, le pegamos peluqitas de lana, con papeles de colores le hicimos la ropa y allì se reinventò la magia del momento : cada una entablò con ese muñeco una relaciòn especial, un pidió ayuda porque : “Tengo que hacer cuatro para cuando me vengan a ver mis hijas”- dijo Marìa. Gabi y Analìa –mamà de Valeria- se zambulleron en su mundo de creación haciéndole cada una un vestido o pantalones de muchos colores al suyo, Ernestina sin decir palabra se sonreìa de ver lo que habìa podido hacer y Maricel –la mamà de David- hizo uno para David que no se movìa de su lado, ni querìa que nadie se le acercara pero se quedò muy interesado mirando el libro ”para espantar a los monstruos.”
Después, cuando su mamà le dio el tìtere que hizo , pidió en su media lengua que le hicieran una capa; su mamà le hizo otro tìtere y pidió otra capa. Todas las miradas de David eran dedicadas a Roberto que sentado en el piso como estábamos todos hizo un muñeco con ojos tan grandes que se llamaba “ojota” y le quedò precioso. Roberto nos contò el cuento del duende del viento y la escuela se llenò de ruido a viento y de los libros que llevó para las chicas. Cuando los titeres con capa fueron dos, llegò el momento que a la luz de mis ojos pinta el trabajo compartido éste dìa:
David y sus dos muñecos pudieron volar.

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